Zorra

[...]

Puede que Dorotea esta mañana haya intendado superarla en minimalismo, concluye Cayce. Si es así, no le ha salido bien. Su vestido negro, a pesar de su aparente sencillez, aún intenta decir varias cosas a la vez, probablemente en tres idiomas como mínimo. Cayce ha colgado su Buzz Rickson's del respaldo de su silla y ahora pilla a Dorotea mirándola.

La Rickson's es una réplica fanática de categoría museística de una chaqueta de aviador americano MA-1, una prenda tan puramente funcional y simbólica como las que producía el siglo anterior. La lenta combustión de Dorotea se está acelerando, sospecha Cayce, al darse cuenta de que la MA-1 de Cayce supera cualquier tentativa de minimalismo; la Rickson's ha sido creada por japoneses obsesos impulsados por pasiones que no tienen absolutamente nada que ver con algo ni remotamente parecido a la moda.

Cayce sabe, por ejemplo, que las típicas costuras fruncidas a lo largo de los brazos originalmente fueron el resultado de coser con ese tejido nuevo y resbaladizo, el nailon. Los fabricantes de la Rickson's lo han exagerado, pero muy ligeramente, y también han hecho otras mil cosas, pequeñas cosas, de forma que su producto se ha convertido, de una manera muy japonesa, en el resultado de un acto de adoración. Según cómo, es una imitación más real que aquello que emula. Es como mucho la prenda más cara que tiene Cayce y sería prácticamente imposible de sustituir.

-¿No te importa? -Stonestreet saca una cajetilla de cigarrillos llamados Silk Cut, que a Cayce, que nunca ha sido fumadora, le parece el equivalente de algún modo el equivalente británico del Mild Seven japonés. Dos marcas de creativos por edfecto.

-No -Dice Cayce-. Adelante por favor.

Hay incluso un auténtico cenicero en la mesa, pequeño, redondo y perfectamente blanco. Un accesorio tan arcaico en América, en el contexto de una reunión de trabajo, como lo sería una de esas cucharillas de absenta planas y afiligranadas. (Pero sabía que en Londres también podías tropezarte con ellas, aunque todavía no había visto ninguna en una reunión.)

-¿Dorotea? -Ofreciendo la cajetilla pero no a Cayce. Dorotea declina la oferta.[...]

Dorotea saca del sobre un cuadrado de veintiocho centímetros de cartulina de dibujo. Se lo enseña a Cayce sosteniéndolo por las esquinas superiores entre las yemas de uno de índices perfectamente cuidados.

Hay un dibujo en la cartulina, una especie de garabato hecho con un grueso pincel japonés, una técnica que sabe que es la marca de la casa del mismo Herr Heinzi. A Cayce le recuerda más que nada a un espermatozoide temblón, tal como lo representaba el dibujante americano de cómics underground Rick Griffin hacia 1967. Sabe de inmediato que según los opacos parámetros de su radar interno, no funciona. No tiene manera de descubrir cómo lo sabe.

Pero, fugazmente, se imagina los innumerables trabajadores asiáticos que, de decir ella que sí, podrían pasarse años de su vida aplicando distintas versiones de ese símbolo a un interminable e implacable torrente de calzado. ¿Qué significaría para ellos ese espermatozoide saltarín? ¿Acabaría por aparecer en sus sueños? ¿Lo dibujarían sus niños con tiza en las paredes antes de saber su significado como marca de fábrica?

-No -dice.

Stonestreet suspira. No es un suspiro profundo. Dorotea vuelve a meter el dibujo en el sobre pero no se molesta en cerrarlo otra vez.

[...]

Dorotea coge uno de los cigarrillos de Stonestreet y lo enciende, dejando caer la cerilla en la mesa, al lado del cenicero.

-¿Y qué tal el invierno en Nueva York?

-Frío -dice Cayce.

-¿Y triste? ¿Sigue siendo triste?

Cayce no dice nada.

[...]

Al alargar la mano para tomar la Rickson's del respaldo de la silla donde la ha dejado, ve un agujero redondo y recién hecho, hombro izquierdo por detrás, del tamaño de la punta encendida de un cigarrillo. Sus bordes presentan minúsculas cuentas marrones de nailon fundido. A través de él es visible una entretela gris, que sin duda cubre algún tejido militar de la guerra fría, detenidamente estudiado por los fabricantes otaku de la chaqueta.

-¿Pasa algo malo?

-No, nada -dice Cayce poniéndose su Rickson's echada a perder.

GIBSON, William. Zorra en Mundo espejo. Buenos Aires, Minotauro, 2004.

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